CARTA DE LECTORES
En relación a los debates
sobre la delincuencia juvenil, quiero manifestar mi preocupación por cierto
clima de intolerancia, expresado en un lenguaje crispado que reitera el
latiguillo de la "mano dura" como solución. Creo esencial que
recordemos que estamos hablando de chicos y adolescentes de nuestra comunidad,
que literalmente viven a la "intemperie": desocupados,
no-escolarizados y -en el mejor de casos- integrando familias arrasadas por la
pobreza.
Según datos de la ONU para América latina, la Argentina tiene 25% de desocupación juvenil, y sólo uno de cada dos jóvenes termina la escuela secundaria. Pienso que responsabilizar al joven que delinque, de modo absoluto, por su acción, es quedarse en la superficie del problema; a la vez que negar la atención a los jóvenes en riesgo. En este sentido, el reclamo de más "mano dura" constituye, literalmente, un abandono irreparable del tratamiento del problema. Prueba de ello son los múltiples datos de la delictualidad en los sitios en que se ha cedido a esta oferta represiva: más delitos, más violencia, más muertos.
Quizás estemos "comprando" una supuesta solución rápida a nuestro (lógico) miedo e inseguridad, que ni siquiera es "pan para hoy", según algunas visiones. Si nos interesa, realmente, que el Estado nos cuide y nos proteja, intentemos vernos como parte de una sociedad (y no tan sólo como individuos) que necesita del funcionamiento de una Justicia para todos. Si no estamos pensando en cuidar la niñez y la juventud de un país, ¿en qué tipo de sociedad estamos pensando?
Veo muy productivo este espacio de debates y creo que estaría bueno que el tema involucrara fuertemente a los diversos estamentos de la sociedad (familia, educación, gremios, empresarios etc.) y ámbitos del poder político para pensar la construcción de políticas públicas que atiendan la complejidad del problema.
Diana Guastavino.
Según datos de la ONU para América latina, la Argentina tiene 25% de desocupación juvenil, y sólo uno de cada dos jóvenes termina la escuela secundaria. Pienso que responsabilizar al joven que delinque, de modo absoluto, por su acción, es quedarse en la superficie del problema; a la vez que negar la atención a los jóvenes en riesgo. En este sentido, el reclamo de más "mano dura" constituye, literalmente, un abandono irreparable del tratamiento del problema. Prueba de ello son los múltiples datos de la delictualidad en los sitios en que se ha cedido a esta oferta represiva: más delitos, más violencia, más muertos.
Quizás estemos "comprando" una supuesta solución rápida a nuestro (lógico) miedo e inseguridad, que ni siquiera es "pan para hoy", según algunas visiones. Si nos interesa, realmente, que el Estado nos cuide y nos proteja, intentemos vernos como parte de una sociedad (y no tan sólo como individuos) que necesita del funcionamiento de una Justicia para todos. Si no estamos pensando en cuidar la niñez y la juventud de un país, ¿en qué tipo de sociedad estamos pensando?
Veo muy productivo este espacio de debates y creo que estaría bueno que el tema involucrara fuertemente a los diversos estamentos de la sociedad (familia, educación, gremios, empresarios etc.) y ámbitos del poder político para pensar la construcción de políticas públicas que atiendan la complejidad del problema.
Diana Guastavino.
Tragedias viales por imprudencia
Otra familia quedó destruida, la semana pasada, por la imprudencia de un joven al volante. El accidente de tránsito ocurrido en el acceso a la localidad bonaerense de 25 de Mayo, se suma a la larga lista de víctimas que engrosan las estadísticas récord de nuestro país en inseguridad vial.
Estas tragedias no se deben al estado de las rutas, a las deficiencias en los sistemas de señalización, o a las características del parque automotor sino a la inconsciencia o irresponsabilidad de quienes conducen. Frecuentemente se trata de menores o jóvenes a bordo de autos manejados a gran velocidad, que transgreden las reglas de tránsito y no son detenidos a tiempo.
Tampoco se implementó la aplicación efectiva de las reformas en los códigos de tránsito que deberían disuadir estas conductas antisociales y potencialmente criminales que se observan a diario. En el caso de 25 de Mayo, los vecinos han denunciado la utilización de la avenida de acceso como pista de carreras durante los fines de semana.
Pese a los anuncios y algunas mejoras normativas en materia de seguridad vial, las "picadas" y excesos de velocidad se repiten en rutas y avenidas de las grandes ciudades y de localidades más pequeñas, como una costumbre frente a la cual no se termina de poner todo el empeño. Accidentes como éste podrían evitarse estableciendo controles más estrictos y sancionando con toda la fuerza de la ley a quienes no dudan en poner el pie en el acelerador generando riesgos para sí y para otros.
Podría evitarse una gran cantidad de graves accidentes de tránsito si se cumplieran controles más estrictos, se sancionara a los conductores peligrosos y se adquiriera mayor consciencia.
Deterioro escolar
Señor Director:
"Escribo
con indignación por el deterioro del edificio de la escuela especial N°17,
donde asiste mi hija. Mientras veo en la televisión niños de guardapolvo blanco
que desfilan con netbooks en la mano -me pregunto el sentido de esa inversión-,
los chicos y maestras de la escuela nombrada no se pueden sacar los abrigos del
frío que hace dentro de las aulas.
"A
esto le sumamos una escalera inhabilitada (hay dos en el edificio, con lo cual
el tránsito generado en una sola pronto destruirá la segunda también), problemas
de humedad, falta de pintura, materiales y demás.
"Me
saco el sombrero ante el personal de la escuela por su capacidad, esfuerzo y
afecto. Ahora bien, ¿cuánto más hay que tirar de la soga? Sabemos que los
sueldos son poco felices, ¿también hay que hacerlos trabajar con frío y en un
espacio que se viene abajo? ¿Y los chicos? ¿Lo merecen? Los que deberían
ocuparse no tienen que hacerse los ciegos y sordos ante las necesidades obvias.
¿O será que lo que es evidente es que no interesa invertir en educación pública
especial?
"La
17 no hubiese sido la carroza más hermosa en el desfile del Bicentenario, pero
les aseguro que quienes la integran tienen brillo propio."
Chicos de la calle
Señor
Director:
"Tengo
15 años. Pienso que los chicos no son de la calle, sino que la calle es de
ellos; se adueñaron de ésta porque no tienen un lugar mejor. Por eso, al
ponerme en su lugar y mirar con sus ojos, siento la desesperanza que ellos
viven día tras día cuando ven a otros jóvenes con más posibilidades.
Pero el problema existe y existirá hasta que
alguien haga algo por ellos, y no quede sólo en palabras. Es inevitable
preguntarnos quién dejó que esto pasara; por qué; quién es el culpable; desde
cuándo y hasta cuándo; cuál es la solución. El Estado debería proporcionarles a
los padres un trabajo digno, que les permita educar y darles una vivienda a los
niños. Pero no hay un solo culpable? Pensemos en cada historia, en cada
fracaso, en cada vida, en cada realidad, en la ignorancia, en el egoísmo, en la
irresponsabilidad.
Imaginar el asiento vacío en un aula que
debería ser ocupada por cada uno de estos chicos es verdaderamente triste.
Estoy segura de que existe una solución, y no depende de mí; tampoco de vos? Depende
de nosotros, de todos nosotros. Porque, como dijo el papa Juan Pablo II: «Todos
somos realmente responsables de todos». Y tenemos que empezar ahora, para que
termine lo antes posible. Cada uno, haciendo las cosas bien en el lugar que
ocupa, puede lograr más de lo que imagina."
Julieta Farkas
DNI 38.028.224
Arroquigaray 446, San M. del Monte
DNI 38.028.224
Arroquigaray 446, San M. del Monte
Artículos de opinión
Desigualdad: el motor de la violencia
Diego Gorgal*
Cada vez que se reflexiona públicamente sobre inseguridad, aparece con cierta frecuencia el argumento de la pobreza, por un lado, o las "malas" leyes, por otro, como causa eficiente de la criminalidad y la violencia.
Análisis científicos han demostrado que el delito y la violencia se explican a partir de una concurrencia de variables, antes que de la causalidad de una. Y una de las variables con mayor incidencia es la desigualdad social.
En efecto, distintos estudios han demostrado que cuanto mayor es la dispersión del ingreso mayor es el nivel agregado de delitos y —fundamentalmente— de violencia. Estos mismos estudios destierran la tradicional creencia de que la pobreza es origen del delito. No hay evidencia empírica que asocie aumentos en la pobreza con aumentos en la tasa de delito, y mucho menos con la dureza o laxitud de las leyes.
En cambio, sociedades desiguales son sociedades en donde los distintos grupos sociales tienen cada vez menos cosas en común y cada uno empieza a considerar al otro como una amenaza. Cuando esto sucede la sociedad misma entra en crisis. Y la manifestación más brutal de dicha crisis es la violencia.
* Gorgal es licenciado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Católica Argentina
Cada vez que se reflexiona públicamente sobre inseguridad, aparece con cierta frecuencia el argumento de la pobreza, por un lado, o las "malas" leyes, por otro, como causa eficiente de la criminalidad y la violencia.
Análisis científicos han demostrado que el delito y la violencia se explican a partir de una concurrencia de variables, antes que de la causalidad de una. Y una de las variables con mayor incidencia es la desigualdad social.
En efecto, distintos estudios han demostrado que cuanto mayor es la dispersión del ingreso mayor es el nivel agregado de delitos y —fundamentalmente— de violencia. Estos mismos estudios destierran la tradicional creencia de que la pobreza es origen del delito. No hay evidencia empírica que asocie aumentos en la pobreza con aumentos en la tasa de delito, y mucho menos con la dureza o laxitud de las leyes.
En cambio, sociedades desiguales son sociedades en donde los distintos grupos sociales tienen cada vez menos cosas en común y cada uno empieza a considerar al otro como una amenaza. Cuando esto sucede la sociedad misma entra en crisis. Y la manifestación más brutal de dicha crisis es la violencia.
* Gorgal es licenciado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Católica Argentina
por Ricardo Roa | EDITOR GENERAL ADJUNTO DE CLARIN
Pero hay una discusión abierta sobre si los celulares deben o no permitirse en los colegios. Y parece planteada como si en ella se jugara una cuestión de Estado. De otro modo no puede entenderse que haya un proyecto hace 8 meses demorado en el Senado bonaerense. Y que el gobernador Solá se apreste a apurar la veda con una resolución.
El asunto provoca otras reflexiones. Aunque todavía haya quienes lo descalifican, el celular es una maravilla. Modificó los circuitos del habla y de la escucha, ahora posibles de manera ambulatoria. Y es a la vez un extraordinario instrumento de seguridad: los padres podemos saber dónde están nuestros hijos y ellos avisarnos si tienen algún problema, por citar sólo dos ejemplos, en estos tiempos, valiosísimos.
La revolución telefónico-social tiene innumerables consecuencias y algunas son paradójicas. El celular da y quita privacidad. Permite hablar desde donde uno quiera. Pero a la vez puede forzar a escuchar una molesta conversación ajena. Y tiene contraindicaciones que no son imputables al aparato, como la compulsión a hablar todo el tiempo.
El celular está lleno de ambigüedades pero ninguna autoriza a que dominen todos los espacios. Se pueden y deben apagar en ciertas circunstancias: nadie imagina que un cirujano lo use cuando opera, un piloto en el avión, un jugador en medio del partido o un colectivero manejando. Tampoco un estudiante debe prenderlo en tanto estudia. Aprender requiere atender. Y debe respetarse. Así de simple. Son todas cosas de riguroso sentido común. Y no necesitan ser reglamentadas.
Editorial II
Dinero como premio por
estudiar
La iniciativa, en San Luis, de pagar a los alumnos para
que estudien resulta inusitada y alejada de una educación en valores
El gobierno de la
provincia de San Luis ha puesto en marcha un programa denominado Estampillas
Ahorro para mi Futuro, que, en la práctica, significa un premio de 1200 dólares
para los alumnos que concluyan la escuela secundaria de todas las modalidades
siempre que no repitan ni se lleven materias. El objetivo declarado que
sustenta esta medida es combatir la repitencia y la deserción escolar. A la
vez, dice también que promueve "una cultura del ahorro" que, al
concluir la enseñanza media, estimule a los graduados para iniciar algún
emprendimiento.
También se prevé incentivar de un modo análogo, aunque
con sumas menores, a los chicos que aprueben cada grado del nivel primario y
cada año del secundario. No han quedado al margen de los premios los alumnos
con capacidades diferentes ni los adultos que retornen al sistema para
completar estudios que dejaron abandonados. Se estima que la financiación ha de
suponer una inversión de cinco millones de dólares.
La oferta
comentada ha de merecer, sin duda, juicios de valor de diferente carácter.
Anticipándose a posibles críticas, el ministro de Hacienda de la provincia
puntana, José María Emir, manifestó: "No nos importa que piensen que
pagamos para que estudien mientras terminen el ciclo y no lo abandonen".
En verdad, que los alumnos cobren por estudiar satisfactoriamente resulta inusitado
y debería tener el correlato de declarar en qué emplea el beneficio recibido a
fin de saber en qué medida se cumple "la cultura del ahorro". También
es inevitable pensar que se lesiona una concepción fundamental de la enseñanza,
cuyo verdadero premio es el conocimiento y la capacitación alcanzada en el
contexto de una sociedad que cada vez exige mejor preparación para afrontar las
obligaciones de la vida adulta y ejercer un trabajo con dignidad. La
monetización temprana de los logros del estudio pone en segundo plano la
significación del esfuerzo y el mérito de los aprendizajes, cuestiones básicas
de la educación.
Ante esta
propuesta, hecha, como se dice, para buscar que los alumnos no repitan o
deserten de la escuela, podría oponerse otra estrategia ya probada, como son
las becas a los mejores alumnos, o dirigir estos mismos fondos a alentar a los
alumnos adultos, a quienes ya se sabe se les hace siempre más difícil trabajar
y estudiar al mismo tiempo.
Lejos estamos,
por lo que se percibe, de los tiempos en que la implantación de una educación
universal y gratuita marcó una transición de trascendencia en la historia del
país, sin necesidad de acudir a incentivos materiales para extenderse y
profundizarse. La experiencia demostrará si los resultados de la iniciativa del
gobierno de San Luis son eficaces no sólo medidos en cantidad de egresos, sino
también en términos de una escala de valores para la vida..
A______________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
Estudiar es un intento sistemático de comprender, asimilar,
fijar y recordar los contenidos objeto del aprendizaje, valiéndose de las
técnicas adecuadas. Exige una actitud de la mente y de la voluntad, ambas
tienen que tener la decisión de aprender. Para muchos estudiar es un oficio y
es un arte. En el joven debe ser una actividad habitual y una obligación
asumida.
B______________________________________________________________________________________________________________________________________________
Existen otras
motivaciones que lejos están del dinero. Ofrecerle por ejemplo, un futuro más
seguro, donde aquello “innecesario”, “descontextualizado” que aprendió en la
secundaria se convierta en herramientas verdaderas para desarrollarse. No
desviemos el tema, se estudia para aprender, y aprender para ser alguien, para
alcanzar reconocimiento y prestigio social, para sentirse bien consigo mismo.
Para prepararse para una profesión que te gusta o quizás porque la sociedad
necesita personas bien formadas para transformarla y mejorarla. El premio en
este caso, termina convirtiéndose en el fin en sí mismo: “Termino la secundaria
para cobrar el dinero”. ¿Lo hará con calidad? ¿El docente aprobará al alumno
porque debe cobrar el dinero o porque realmente sabe?
Esto solo opaca aún más
los problemas que enfrenta hoy la escuela secundaria. Para los premios existen
otras personas. Deben ser los padres los
que le ofrecen incentivos, premios. Por
ejemplo: dinero, una moto, un viaje, salir el fin de semana, etc. Los estímulos
vienen desde fuera del estudiante, dejemos la motivación del dinero para los
padres.
Querer, implica poseer una motivación o deseo
de aprender algo nuevo. El estudiante debe establecer
una serie de metas y prioridades. Y ser consciente de que el estudio necesita
sin excusas cierto esfuerzo y tenacidad, cierta renuncia y sacrificio, y que
para llegar al final, al éxito, es preciso una dedicación diaria. Si no
queremos, aunque podamos, porque tengamos todo lo necesario y sepamos, no
lograremos nada.
Me parece una medida absolutamente ridícula.
(texto adaptado y modificado)
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